Cáncer de Hígado
Debido a que el hígado se compone de distintos tipos de células, es posible que muchas clases de tumores se originen en este órgano. Algunos de éstos son cancerosos mientras que otros no. Los tumores que son cancerosos se denominan tumores malignos. Se utiliza el término médico benigno para referirse a los tumores que no son cancerosos. Estos tumores tienen distintas causas y son tratados de diferente manera. El pronóstico de su salud o recuperación (prognosis) depende del tipo de tumor que tenga.
Tumores benignos del hígado
Los tumores benignos a veces pueden crecer lo suficiente como para convertirse en un problema, pero la mayoría de las veces no crecen hacia los tejidos próximos ni se propagan a otras partes distantes del cuerpo. Si es necesario tratar estos tumores, por lo general pueden ser curados al extirparlos mediante cirugía.
Cánceres que se originan en el hígado
– Carcinoma hepatocelular: El carcinoma hepatocelular es la forma más común del cáncer de hígado en adultos. Comienza en los hepatocitos, el principal tipo de células del hígado. Alrededor de tres de cada cuatro cánceres originados en el hígado son de esta clase. El cáncer hepatocelular tiene distintos patrones de crecimiento.
– Cáncer de conducto biliar (colangiocarcionma): De cada diez casos de cáncer de hígado, entre uno o dos son cánceres de los conductos biliares. Este cáncer comienza en los conductos pequeños que llevan bilis a la vesícula biliar dentro del hígado (conductos biliares).
– Cánceres que comienzan en los vasos sanguíneos del hígado (angiosarcomas y hemangiosarcomas): Estos son tipos de cáncer poco comunes que comienzan en los vasos sanguíneos del hígado. Estos tumores crecen rápidamente y por lo general cuando son detectados ya se han propagado demasiado como para poder curarse con cirugía. El tratamiento puede ayudar a desacelerar la enfermedad, pero estos cánceres son por lo general muy difíciles de tratar.
– Hepatoblastoma: El Hepatoblastoma es un tipo poco común de cáncer de hígado que generalmente afecta a niños menores de 4 años de edad. Alrededor del 70% de los niños con esta enfermedad son tratados con éxito mediante cirugía y quimioterapia. La tasa de supervivencia es mayor al 90% al tratar la enfermedad en sus etapas iniciales.
– Cáncer secundario del hígado: La mayoría de las veces en que se detecta cáncer en el hígado no tuvo su origen ahí, sino que comenzó en otra parte del cuerpo (como el colon, el seno o los pulmones) y se propagó hacia el hígado. Esto se llama cáncer metastásico. Aun cuando estas células cancerosas están en el hígado, éstas siguen luciendo y actuando como células cancerosas de la parte del cuerpo donde se originaron. Si alguien tiene cáncer de pulmón que se ha propagado al hígado, las células cancerosas en el hígado siguen siendo células cancerosas de pulmón. Por lo tanto, la persona será tratada por cáncer de pulmón metastásico.
Factores de Riesgo
– Incidencia según el sexo: Los hombres son más propensos de desarrollar cáncer de hígado que las mujeres.
– Hepatitis viral crónica: A escala mundial, el factor de riesgo más común del cáncer de hígado es la infección a largo plazo (crónica) con el virus de la hepatitis B y el virus de la hepatitis C (HBV y HCV, por sus siglas en inglés). Estas infecciones inducen cirrosis y son comunes en muchas partes del mundo. En los Estados Unidos, la hepatitis C es una causa más común para el cáncer de hígado, mientras que en otros países, es más común que la hepatitis B sea la causa. Estos virus se pueden transmitir entre las personas por compartir agujas contaminadas (por ejemplo, al usar jeringas infectadas durante el consumo de drogas), así como a través de la actividad sexual sin protección, o durante el parto. Las personas infectadas con hepatitis A o hepatitis E no tienen un aumento en el riesgo del cáncer de hígado.
– Consumo excesivo de alcohol: El consumo excesivo de alcohol es una causa principal de cirrosis en los Estados Unidos, lo que se asocia con un riesgo aumentado de cáncer de hígado.
– Cirrosis: En esta enfermedad, las células hepáticas se han deteriorado y han sido reemplazadas con tejido cicatricial. Esto a menudo puede resultar en cáncer. Las principales causas de cirrosis hepática son el abuso del alcohol, y la hepatitis B y C. El hígado graso no debido a consumo de alcohol es una enfermedad bastante común en la cual las personas que no consumen alcohol desarrollan un hígado graso. Las personas con un tipo de hígado graso conocido como esteatohepatitis no alcohólica (NASH) pueden desarrollar cirrosis.
– Enfermedades metabólicas hereditarias: Ciertas enfermedades metabólicas hereditarias pueden causar cirrosis. Las personas con hemocromatosis absorben demasiado hierro del alimento que consumen. El hierro se asienta en tejidos por todo el cuerpo, incluyendo el hígado. Si se acumula suficiente hierro en el hígado, puede originarse cirrosis y cáncer de hígado. También existen otras enfermedades poco comunes que incrementan el riesgo de cáncer de hígado.
– Diabetes: La diabetes puede aumentar el riesgo del cáncer de hígado. Esto es más común en personas con diabetes que tienen otros factores de riesgo como el abuso de alcohol y/o hepatitis crónica.
– Obesidad: Puede que el riesgo de desarrollar cáncer de hígado incremente al tratarse de casos de obesidad severa.
– Cloruro de vinilo y dióxido de torio (Thorotrast): Estos químicos constituyen factores de riesgo para algunos tipos del cáncer de hígado, aunque han perdido mucha importancia, pues el Thorotrast ya no se usa y la exposición de los trabajadores al cloruro de vinilo está regulada estrictamente.
– Esteroides anabólicos: Estas hormonas masculinas son utilizadas por algunos atletas para fortalecerse. El uso prolongado de los esteroides anabólicos puede aumentar levemente el riesgo del cáncer de hígado.
Síntomas
- – Pérdida de peso (cuando no está tratando de perder peso).
- – Falta de apetito constante.
- – Sensación de llenura tras comer poco.
- – Náuseas o vómitos.
- – Fiebre.
- – Agrandamiento del hígado o protuberancia que pueda sentirse debajo de las costillas del costado derecho.
- – Agrandamiento del bazo (se siente como una masa debajo de las costillas del lado izquierdo).
- – Dolor en el abdomen o cerca del omóplato derecho.
- – Inflamación en el abdomen.
- – Picazón.
- – Coloración amarillenta de la piel y los ojos (ictericia).
- – Inflamación de las venas en la región del abdomen que pueden apreciarse a través de la piel.
- – Empeoramiento de la enfermedad en el caso de tener hepatitis o cirrosis.
- – Algunos tumores del hígado producen hormonas que actúan en otros órganos aparte del hígado. Estas hormonas pueden causar:
- – Altos niveles de calcio en la sangre, lo que puede causar náusea, confusión, estreñimiento, debilidad o problemas musculares.
- – Recuento bajo de glucosa en la sangre, lo cual puede hacer que sienta cansancio o desfallecimiento.
- – Aumento del tamaño de los senos y/o reducción del tamaño de los testículos en los hombres.
- – Altos niveles de glóbulos rojos, lo que puede causar enrojecimiento y sensación de rubor.
- – Altos niveles de colesterol.
Estos hallazgos pueden hacer que los médicos sospechen una enfermedad del sistema nervioso u otros problemas, en lugar de cáncer de hígado.
Detección
Las pruebas de detección no se recomiendan para las personas en riesgo promedio de cáncer de hígado, aunque se pueden realizar en personas con alto riesgo.
– Prueba de la AFP: Los cánceres a veces pueden detectarse usando un estudio de la sangre que detecta una proteína llamada AFP (alfaproteína). Es normal que se encuentre la presencia de AFP en la sangre de bebés aún no nacidos, pero desaparece poco después de nacer. Si se detecta en la sangre de los adultos, puede que sea un indicador del cáncer de hígado (o de otro tipo de cáncer).
Las pruebas de AFP se pueden usar para detectar tumores iniciales en las personas que tienen un alto riesgo de padecer cáncer de hígado. Algunos tumores no producen mucha cantidad de esta proteína. Por lo tanto, cuando la AFP es lo suficientemente abundante para detectarse, puede que el tumor ya haya crecido demasiado para poder ser extirpado con cirugía, o que el cáncer se haya ya propagado fuera del hígado. Algunas enfermedades del hígado que no son cáncer también pueden aumentar los niveles de la AFP.
– Ecografía: La ecografía (conocida también como ultrasonido o sonograma) es un estudio que usa ondas sonoras para formar imágenes de los órganos internos del cuerpo. Durante una ecografía es necesario recostarse sobre una camilla mientras una vara se mueve a través de la piel sobre la parte del cuerpo a ser estudiada. Esta prueba se usa en las personas que tienen ciertos factores de riesgo del cáncer de hígado para ayudar a detectarlo más temprano. Se pueden realizar pruebas de cualquier masa (tumor) en el hígado para determinar si se trata de cáncer, si es necesario.
– Tomografía computarizada (CT scan): en esta prueba se usa rayos X para producir muchas imágenes del interior de su cuerpo. Luego las imágenes se integran por computadora para mostrar imágenes seccionadas de la parte del cuerpo bajo estudio. Las tomografías computarizadas pueden ofrecer información precisa sobre el tamaño, forma y ubicación de cualquier tumor en el hígado u otras partes en la región del abdomen.
– Imágenes por resonancia magnética (MRI): las MRI pueden ser muy útiles para observar los cánceres de hígado. En ocasiones se puede distinguir un tumor benigno de uno canceroso. También se pueden usar para examinar vasos sanguíneos en o alrededor del hígado.
– Angiografía: esta prueba consiste de un procedimiento radiológico para examinar los vasos sanguíneos. Se inyecta un tinte en una arteria antes de que se tomen las radiografías. El tinte delinea los vasos sanguíneos en las imágenes, mostrando aquellos que suministran sangre al tumor maligno (cáncer) del hígado. Esto puede ayudar a los cirujanos a decidir si el tumor se puede extirpar y, de ser así, cómo planear mejor la operación.
– Gammagrafía ósea: una gammagrafía ósea puede ayudar a detectar cáncer que se ha propagado a los huesos. Puede que los médicos no ordenen este estudio a menos que usted presente síntomas, tal como dolor de hueso, o si existe una probabilidad de que usted pueda recibir un trasplante de hígado para tratar su cáncer.
– Laparoscopia: en este procedimiento, un médico usa un tubo delgado con una fuente de luz conectado a una diminuta cámara de vídeo para observar el hígado y otros órganos. El tubo se inserta a través de un pequeño corte (incisión) en el frente del abdomen, con lo cual el doctor puede planear una cirugía u algún otro tratamiento.
– Biopsia: otras pruebas pueden sugerir que usted pudiera tener cáncer de hígado, pero en la mayoría de las veces la única forma de asegurarse es extrayendo una muestra del tumor y analizarla con un microscopio. Esto se conoce como biopsia (no obstante, en algunos casos, como en personas con cirrosis cuyas CT o MRI muestran un tumor hepático que probablemente sea canceroso, puede que no se haga una biopsia).
– Se pueden realizar pruebas sanguíneas para determinar la presencia de una sustancia llamada AFP (alfaproteína). Los niveles de AFP a menudo son altos en las personas con cáncer de hígado. Los doctores pueden comparar los niveles de AFP antes y después del tratamiento para determinar la efectividad del tratamiento.